viernes, 16 de octubre de 2009

La configuración política de la Monarquía hispana


La institución monárquica comienza a tener relevancia desde el siglo XIII, ganando importancia frente a instituciones que hasta entonces habían sido superiores (el Papa, el sacro Imperio Romano Germánico, los señores feudales…). Pero la unidad religiosa queda fragmentada por el surgimiento de los Reinos cristianos y las Reformas protestante y católica, además la Monarquía comienza a usar términos que hasta entonces eran exclusivos del Sacro Imperio, se adapta el derecho romano y se considera al rey como católico; por lo tanto se puede decir que cuando hablamos de Monarquía hispana hablamos de Monarquía católica.

El “ordo” es la orden divina que pone a cada uno en un determinado lugar, dependiendo de este, cada habitante tiene un derecho u otro. Los derechos son por tanto dependientes de esa naturaleza divina. La sociedad estamental es la plasmación de este hecho, cada estamento tiene sus derechos propios. También cada nación, cada reino y cada ciudad se rigen por un derecho característico. Cambiar de estamento era difícil, pero posible a causa de mecanismos como los méritos de guerra o la compra de títulos (venalidad).

Aunque no pueda parecer así, el poder del Rey se veía limitado por instituciones propias de cada territorio y por la ley divina, que se encuentra en cualquier caso en un plano superior a la de los hombres. Las llamadas “razones de estado” estaban también por encima de la voluntad del Rey. Entre la nobleza el Rey era el “Primus inter pares”, el primero entre los iguales. Para superar la fragmentación de los feudos se recupera el protagonismo de las diferentes ciudades a través de cartas de comercio, universidades y una Corte cada vez más permanente. El rey asume poderes públicos como el de justicia. Se empiezan a constituir grandes monarquías que duraran varios siglos.

El estado Moderno

El estado Moderno tiende a configurarse como esfera del poder unitario (cerrado y exclusivo) basándose en una administración centralizada con un ejército y unos impuestos de carácter permanente.

Se conservan las estructuras políticas tradicionales y los privilegios propios de cada estamento, perviviendo en un denominado Antiguo Régimen hasta la Revolución Francesa (1789).

En estos estados monárquicos la figura del Rey es esencial, teniendo unas propiedades de poder intensivas o extensivas. Aún así se conservan algunas instituciones medievales. El monarca autoritario no es omnipotente, sino que hay un pacto entre Rey y Reino.

Encontramos una pluralidad al referirnos a esta configuración política del estado Moderno dependiendo de cada territorio: en Francia está totalmente centralizada y es de carácter absolutista, en Inglaterra encontramos un sistema compuesto resultado de la mezcla entre la Monarquía hispana y el modelo centroeuropeo, en Italia predominan las ciudades-estado, en Alemania el conglomerado de principados etc.


Atendiendo a cómo sean las relaciones entre el rey y reino, la dependencia que tengan uno del otro y lo que afecten las decisiones del Rey a la vida cotidiana de los habitantes, se puede hacer una clasificación de las diferentes monarquías.

La Monarquía hispana abarca distintos territorios con diferentes regímenes jurídicos que están bajo el dominio del mismo monarca; cada territorio tiene sus propias instituciones, una moneda propia y sus peculiaridades. En ocasiones también encontramos una fragmentación cultural y lingüística.

Esta monarquía está basada en la herencia más que en la conquista, dejando este segundo aspecto a la política matrimonial y conservando así lo que se ha ido heredando a partir de los diferentes pactos de familia. Las élites dominantes y la religión católica como denominador común también dotan a la Monarquía hispana de un gran poder.

Javier Muñoz Ortega

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