miércoles, 25 de noviembre de 2009

El Antiguo Régimen

S. XVII
Se produce un descenso poblacional derivado de una situación económica más precaria que la del siglo anterior. Así, se presenta una etapa de recesión que se engloba en una coyuntura general desfavorable.

La agricultura continúa siendo el sector predominante, aunque existen zonas con ciertas industrias reales (promovidas por la Corona, como la Real Fábrica de tapices) y mercados (por ejemplo, el de Flores en Ámsterdam). El poder adquisitivo es escaso para la mayor parte de la población, que, por su parte, apenas consume. También escasea la mano de obra. Como contraste a ése bajo poder adquisitivo, la industria de lujo experimenta una relevancia económica gracias al siguiente listado de productos preciados: joyas, relojes, carruajes, telas, licores, tabaco, cerámica, diamantes, tapices… Con todo, el desarrollo del comercio es lento, a pesar que de las incipientes bancas (creadas en Italia) propician un paulatino despegue económico.

Los gremios siguen controlando la sociedad estamental. En cuanto a libertades se refiere, las pocas que existen son de carácter corporativo, aunque hay algunas “individuales”, como el derecho a la propiedad o a la vida.

S.XVIII
Este siglo muestra signos contrarios al anterior en materia de expansión económica y demográfica.

En agricultura aumenta el número de tierras tras la implantación del sistema de roturación y, además, proliferan las teorías y los tratados agronómicos en países como Francia, Inglaterra y Alemania. De esta forma, se intensifican los cultivos y la producción, introduciéndose nuevas especies como las gramíneas, los tubérculos y las leguminosas.

En términos demográficos cabría destacar la difícil estimación de la población, si bien aparecen en este momento los primeros “registros civiles” sobre matrimonios, bautismos y defunciones. Solamente a partir del S.XVIII figurarán listas de empadronamiento (Catastro de Ensenada). Aún así, este tipo de censos distan mucho del concepto actual, dotado, sobre todo, de rigor y precisión.

Se sabe que a principios del siglo XVI Francia era el país más poblado de Europa pues contaba con quince millones de habitantes. España y Portugal seis y uno, respectivamente. En el siglo posterior, el crecimiento poblacional de Francia ascendía a un total de dieciocho millones y medio. La distribución era del todo irregular, existiendo áreas densamente pobladas (en concreto Londres, París, los valles del Rin y del Danubio, Roma y los Países Bajos) y áreas como pantanos y zonas marginales que apenas eran escogidas como lugar de residencia.

La acusada inferioridad demográfica de España respecto a los países europeos queda plasmada en el Catastro de Ensenada (1753):
Francia: 25 millones
Alemania: 20 millones
Estados Italianos: 15 millones
España: 8’5 millones
Total Europa: 130 millones

Así, se crean diversos Fueros con ánimo repoblacional, como el Fuero de las Nuevas poblaciones en la sierra andaluza. Surgen así nuevas núcleos como los actualmente conocidos pueblos de Navas de Tolosa, Santa Elena, La Carolina... los cuales se convierten en importantes poblaciones.

Un aspecto que se podría identificar como común a todo el continente europeo es el hecho del predominio de una sociedad estamental, en la que claramente algunos miembros gozan de mayor importancia que otros, presentándose la siguiente jerarquía:
Estamento nobiliar
Estamento religioso
Estamento campesino

Sólo habrá, dentro de esta concepción ideológica-teológica, una igualdad sustancial: "todos somos iguales ante Dios... pero después de la muerte".
Existe, en consecuencia, una desigualdad evidente en las funciones de la vida terrenal.

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